Nani Roma, el niño que amaba la gasolina

Nani Roma

• El piloto se despide de la tranquilidad de su masía para volar a Buenos Aires, donde intentará revalidar el título de campeón del Dakar con MINI

• "Recuerdo los fines de semana con los amigos haciendo el loco con los coches que íbamos a comprar al chatarrero de Manlleu"

• "Mucha gente que empieza lo tiene todo demasiado fácil y no tendrán la garra y la fuerza para seguir"

28-12-2014 | Antoni López Tovar / lavanguardia.com

Le pedimos a Joan Roma (Folgueroles, 17/II/1972) que se de una vuelta con la moto de su hijo para una sesión fotográfica. Accede amablemente. El piloto se dispone a arrancar el pequeño artefacto con el que Marc, de 6 años, empieza a competir en enduro. No parece una dificultad insuperable para alguien que va a disputar su decimoctavo Dakar. Una patada, y otra, y otra más. El motor no responde. Nani agita el vehículo con sus manos inmensas como si fuera un juguete. Lo tumba de un lado, del otro, lo levanta, purga el carburador... Que circule la gasolina como ha venido corriendo por sus venas desde la infancia. Ahora, otra serie de coces en el pedal de arranque. Algún ronroneo mecánico indica que la moto está a punto de funcionar, pero sigue negándose.

-Da igual, Nani, déjalo. Podemos hacer las fotos de otra manera.

-No, ahora ya es una cuestión de orgullo.

Acaba de manifestarse el carácter del campeón, la calculada obstinación que permite superar dunas, vadear ríos, esquivar trampas con un ojo en la brújula, el otro en el cronómetro y el pie en el acelerador. Es la única manía que le reconoce su esposa, Rosa Romero: "Nani es muy impetuoso. Cuando le pasa por la cabeza que hay que hacer alguna cosa, tiene que hacerse". La pequeña KTM por fin arranca y asume el sacrificio de transportar al gigante sin rechistar por los alrededores de la masía de la Serra dels Degollats, una magnífica edificación documentada antes del siglo XVII a la que la familia se trasladó hace siete años. Pura piedra eterna, horizontes infinitos, como en el desierto, tranquilidad a una distancia prudencial del mundanal ruido. No sorprende que cuando baja a Barcelona Nani sufra un ataque de estrés en el primer semáforo y le den ganas de regresar inmediatamente a su paraíso comarcal, o al desierto, donde sea que no existan cortapisas para la mirada. "A mí al final lo que me gusta mucho es estar por aquí, cortar la hierba, trajinar por el huerto, podar árboles, cuidar las encinas centenarias que tenemos la suerte de tener. Me paso horas cortando arriba y abajo y me gusta mucho estar aquí en casa. De hecho, yo vengo de un pueblo, Folgueroles, de payés. En casa éramos payeses y ya me gusta esta vida", dice.

Nani y Rosa se alejarán hoy de las comodidades de la masía. Vuelan a Buenos Aires para disputar, a partir del 4 de enero, el mítico Dakar. Ella, en moto, con el objetivo de concluir la prueba; él, en coche, con el complicado propósito de revalidar el triunfo del año pasado. En el 2004 se impuso en la categoría de motos, pero no volvería ni loco a las dos ruedas: "Es curioso, voy en moto aquí con mi hijo, con mi mujer, vamos a entrenar enduro. Pero correr en moto allí es una página que he cerrado de mi vida. En los enlaces a veces adelantamos motos, y pensar que han salido a las tres de la mañana me da una pereza... Y yo lo hacía. Pero es una parte de la vida que ya queda atrás".

Aunque los recuerdos permanecen. "Quizá el mejor de todos -relata- es la primera vez que aparecía por África, en el 96. Descubrir un continente, unos países y una gente espectaculares". Sin mucho tiempo para disfrutar de ello, porque esto es una competición pura y dura, un reto deportivo donde la línea que separa el éxtasis de la tragedia tiene a veces contornos imperceptibles. "Lo peor es siempre que ha habido accidentes y hemos dejado amigos por el camino. Con mi copiloto (Henry Magne, rally de Marruecos 2006) tuvimos un accidente y murió. Compañeros que habíamos corrido en moto juntos, Fabrizio Meoni, Richard Sainct, perdieron la vida. Estas tragedias son los peores momentos. Al final no deja de ser un deporte, no deja de ser una pasión para todos. Cuando ves que alguien deja la piel es jodido".

Vencedor en las últimas tres ediciones, el Mini de Roma es toda una garantía para completar los más de 9.000 kilómetros de este Dakar, aunque la normativa ha penalizado a los vehículos de esta categoría, los 4x4, y aparecen adversarios de primera magnitud como los Peugeot, que regresan a la prueba después de 25 años, o los Toyota. "Hay que contar con diez u once pilotos competitivos -augura Nani-. Será duro aguantar la primera embestida, pero ya llevo unos años y sé que al principio todo el mundo corre mucho, todo el mundo tiene dudas, todos a fondo. Tienes que intentar guardarte algo. Al final, es un buen reto, será divertido y será un Dakar entretenido".

O sea que Joan vuelve a la aventura. Más rápida, más técnica que antiguamente, pero aventura a fin de cuentas, reivindica. Durante un tiempo dejará de cuidar las gallinas y en los próximos domingos no preparará la paella que le enseñó su amigo el cocinero Nandu Jubany. "Deja la cocina hecha una pena, pero le queda buenísima", reconoce Rosa, la esposa de un payés que no empezó a competir en moto hasta los 19 años pero que olió a gasolina desde la infancia. "En Folgueroles teníamos ganado y ya desde pequeños trabajábamos todos en casa. Desde muy pequeño ya conducía los tractores, estaba trabajando en el campo, me gustaba mucho espabilarme y ganarme el dinero por mí mismo. Esto me ha enseñado mucho en la competición. El hecho de saber de donde venimos, de unos orígenes difíciles y duros. Ahora mucha gente que empieza lo tiene todo demasiado fácil y muchos no tendrán la garra y la fuerza para seguir porque todo les ha costado muy poco. Cuando te cuestan mucho las cosas te lo piensas todo más".

Convertido en estandarte de una comarca históricamente ligada a los deportes del motor, Nani rememora las noches de insomnio contemplando embelesado los entrenamientos de rallies en el tramo de Sant Joan de Vilatorta, en toda la zona de Les Guilleries... "Recuerdo los fines de semana con los amigos haciendo el loco con los coches que íbamos a comprar al chatarrero de Manlleu. En casa había que trabajar, y desde pequeños ya trabajábamos duro, pero fue una infancia superdivertida. No creo que haya ningún nano hoy en día que se lo pase tan bien como nos lo pasábamos nosotros. La libertad de estar en medio del campo haciendo cabañas, la libertad de con 12 o 13 años ir en coche arriba y abajo con los amigos". Como siempre, Roma vuelve a darle al gas.

Nani Roma

Fotos: Llibert Teixidó / lavanguardia.com